sábado, 3 de enero de 2009

Perfopoesía de ayer y de mañana, El Correo de Andalucía, por Antonio Zoido

Antonio Zoido

Al mismo tiempo que se anunciaba el II festival sevillano de Perfopoesía, moría Alberto Fernández Bañuls, que hace 41 años fundó en la Universidad una de las pocas –si no la única– revista oral que hubo en esta tierra. Fue en 1967 cuando, sin un duro y sin posibilidad de eludir al inevitable censor del Ministerio, se le ocurrió a él y a algunos más editar una revista cuyas secciones se irían hablando en un aula de la Facultad de Filosofía y Letras, repleta de estudiantes, una semana de cada mes. Así leímos por primera vez a Miguel Hernández, conocimos que existía Carlos E. de Ory y volvió a resonar la lírica provocadora del catedrático García Calvo, expulsado unos años antes.

Reinaba allí la performance –hasta entonces sólo de Ángel Nieto y su moto– como categoría lingüística lanzada por Noam Chomsky desde Massachusset y llegada en forma de rebelión contra el lenguaje y la exégesis, divulgados desde cátedras adocenadas de un alma máter parida en 1939 por el último parte de guerra. Aún nadie había escuchado Al vent de Raimon ni había llegado Paco Ibáñez sacándole partido a las poesías de Quevedo y ya se sabía todo eso y más en los pasillos de la Fábrica de Tabacos.

Hace cuatro años, mientras tomaba tequila en la cantina Las Sombrillas de la Guadalajara mexicana, llegó desde la plaza cercana la voz de alguien que recitaba poesías y, a continuación, el estruendo de miles de aplausos: se trataba de uno de esos certámenes poéticos tan frecuentes como multitudinarios en México y tan raros –por no decir inexistentes– entre nosotros. De forma instintiva, se me vino a la mente aquella revista oral que Alberto organizó, que duró hasta la consabida prohibición pero que fue semilla de la Transición intelectual. Ojalá que la perfopoesía de mañana despierte la misma rebeldía que la de ayer.

Antonio Zoido es escritor e historiador

1 comentario:

Gracia Iglesias dijo...

Siempre es triste la marcha de un maestro. Menos mal que su legado permanece y la perfopoesía está más viva que nunca.