domingo, 22 de marzo de 2009

La poesía empeñada, por Lluis Pons Mora

Siguen las reflexiones sobre la Perfopoesía. Esta vez de la mano de nuestro estimado poeta Lluis Pons Mora, desde su espacio "Con tinta en las botas":

Dicen los diccionarios algo así como que la poesía es la manifestación de la belleza o del sentimiento estético a través de la palabra. No estoy del todo de acuerdo. No creo que sea erróneo, sino que le falta algo, porque creo que la manifestación de algo repelente o antiestético también puede ser poesía. Fuera de los catálogos de palabras editados existentes podemos encontrar infinitas definiciones personales. Para mí la poesía es la lucha de mis sentimientos y mi imaginación contra la nada, contra el infinito, a través de la palabra. Y el poema es la victoria. Puede cambiar la realidad en la que escribo, mi manera de hacerlo, dónde coloco la cámara, o la forma resultante. Pueden cambiar millones de aspectos. Por suerte eso cada vez me importa menos. Ahora, cada vez más, sólo ansío que venga, como venga, como quiera, que intente abusar de mí y yo lo intentaré de ella. Pero escritura. Tal es mi método. Tal mi problema.
Lo que entiendo por escritor es aquel que hace un uso voluntario y consciente (a pesar de lo impulsivo) de la escritura. Aquel que no sólo se cuida de crear con ella, sino de entender con qué crea, y de utilizar el lenguaje y el idioma para obtener un resultado comunicativamente correcto. La poesía es literatura y la literatura es arte, le pese a quien le pese. El arte, como expresión que es, use el código que use, y la palabra, como unidad del lenguaje, sin una buena comunicación mueren. Lo que entiendo por ser poeta es la persona que piensa poesía, piensa en poesía, y piensa con poesía. Es aquel que dedica su tiempo al aprendizaje, observación, comprensión y disfrute de la misma, su escritura, y todo cuanto en ellas interviene. Aunque, a sabiendas de que, en su vida no llegue a escribir más que un puñado de poemas mediocres o de no poemas. Pero si esos papeles de mierda han sido sentidos y peleados con todo lo que somos serán lo más noble que nos haya sucedido.
Ser poeta es vivir por el intento, por la posibilidad, de la palabra.
Bajo mi deficiente entender, o bajo mi entender hecho a trompicones, a mi ritmo y a mi modo según mis posibilidades: para poner en escena, realizar, interpretar, ejecutar, la poesía, sólo es necesario: poesía que aportar, voz, y/o algo con lo que escribir y el correspondiente soporte. Poner en escena es una cosa y poesía es otra, jamás diría que no puedan ir juntas, pero no pienso que el hecho en sí de lo primero implique de forma inequívoca lo segundo. Tampoco que sea una opción válida usar lo uno para sustituir a lo otro. He disfrutado de muchas puestas en escena de mucha poesía, puestas en escena cojonudas de muchos autores y autoras, gente que rezumaba poesía a pesar de escribir y pensar poesía, a pesar de sus nervios, de sus fallos, a pesar de sólo estar de pie, o sentados tras el pupitre o mesa de turno, ante mucha o menos gente. Mejor o peor, sin duda, con mayor o menor soltura y carácter, pero, amigo, las cosas que venían a decir, aquello que estaba sucediendo, estaba realmente bien hecho, era realmente auténtico, sincero y fantástico. ¿Es entonces, por ejemplo, una lectura de Jenaro Talens, de Uberto Stabile, de Enrique Falcó, o de Gamoneda, perfopoesía? Si la respuesta es sí creo que me falta algo en la definición de perfopoesía, creo que la ignoro por completo; poesía puesta en escena ¿y qué más? He tenido la suerte de presenciar lecturas de los autores citados y apostaría mi casa a que aquello fue poesía puesta en escena con todo su significado y en todo su esplendor. Del mismo modo he visto oradores natos, predicadores indiscutibles cuya sola presencia y actitud atraía y embelesaba la atención de su auditorio, pero sus palabras eran pólvora mojada. ¿Para qué quiero yo eso?
Un gag es un gag, un sketch un sketch, un striptease un striptease, una performance es una performance, un cómico es un cómico. ¿Que puede haber algo o mucho de poético en tales y otras situaciones? ¿Que en ellas pueden aparecer poemas y se pueden hacer con ellos? Sin duda, como en todo cuanto existe. Pero determinar que cualquier cosa que suceda será poética, será un poema, por llevar tal nombre o tal otro (sean los que sean), en plan varita mágica o marca registrada, no me lo trago. Me parece una solemne estupidez, y se me ocurren nombres para ello como: sofismapoesía o seudopoesía. ¿Que se puede mezclar poesía y humor, poesía y actor, poesía y lo que sea? ¿Que hay poetas estupendos que llevan a cabo todo tipo de actos escénicos en los que muchas veces hay poesía? También. Por suerte. Se puede hacer pan de muchas harinas, lo que no se puede es sustituir la harina por yeso y decir que es pan. Es contraproducente para los panaderos, para la alimentación, y para los comensales. Se puede y se debe caricaturizar la poesía, ponerla a prueba, ponerla patas arriba y a cuatro patas, vestirla de putilla o de aristocrática o de las dos cosas o de aquello que se quiera. Lo realmente grave, desde mi mirada, es que el chiste, el atrezo, el chascarrillo, el pareado fácil cogido por los pelos, los plastidecors y la purpurina, intenten suplir la no presencia de la poesía, la vergüenza que le produce al representador (la vergüenza que le produce no el hecho de representar públicamente, sino la poesía en sí), y la carencia de interés por ella y por todo cuanto conlleva.
No hablo de territorio sólo para acreditados, de lo hermético, de eruditos ni de mierdas. No se trata de ser conservador, rígido, purista, excluyente, o como quieran llamarlo. Se trata de saber qué cosa hace cada uno y por qué no hace otra, y no engañar al otro diciéndole que hace lo que no hace. Saber qué es cada uno en cada momento y no ocultarlo. No se trata de creer que unos son los buenos y los otros los malos ni se trata de posesión de la verdad. No se trata de eh, tú, échate a un lado que no tienes ni puta idea, déjame a mí que estoy tocado por la gracia divina. Se trata de que seamos sinceros. Se trata de la dignidad de la palabra. Si yo le digo a un tío que nunca accede a la poesía Te voy a leer, o contar, o enseñar (o lo que queramos poner) un poema, y le meto una piedra en la boca, o hago de humorista un rato, puede pasar que al tío le guste o que no. Si le gusta sabremos que al tío le gustan los humoristas y meterse piedras en la boca, y él pensará que le gusta la poesía. Podrán así aparecer muchos a los que les guste lo mimo e ignoren, o se la sople, lo poético. Se no le gusta pensará que la poesía no merece la pena, que le resulta inútil. En cambio, si le digo a un tío lo mismo, y lo enfrento a un poema del modo que sea, puede que no le guste, y entonces sabremos, nosotros y él, que no le va la poesía, y no pasa absolutamente nada. Si le gusta: de puta madre. No hay por qué plantearse cuan rara, extraña, o diferente es la poesía que nos gusta. Ya hablaremos de eso con otros y con nosotros mismos.
A la palabra poesía le hace falta ser y significarse, y tener gente que la acepte y la disfrute libremente. No necesita mayoría de votos para gobernar nada ni subvencionar nada ni representar nada. No hace falta que esté de moda. Que todos la pronuncien confundida. No hace falta vender muchas unidades de ese vocablo si van grapadas al vacío. ¿Llevarla a todas partes, bombardear el mundo de libros y lectura? Por supuesto. Pero no usarla de caballo de Troya para otras cosas porque al final todas las casas estarán llenas de caballos pero en muy pocas habrá entrado la poesía.
Los carpinteros hacen mesas, los cineastas hacen cine, los floristas ramos de flores, los escaladores escalan... Indudablemente cada uno tiene el talento que tiene para con cada cosa que puede hacerse en la vida. Pero eso no vale de nada sin aplicarse, sin darle chispa, sin machacarse, sin equivocarse hasta la saciedad y sin el trabajo constante. Uno puede tener todo el talento existente, pero si se queda mirándolo, día tras día, quieto, inerte, le va a servir tanto como un saco de leña en el fondo del mar. Es otro rasgo que se observa demasiado en el universo literario. Muchos ansían y buscan la receta, la ecuación, el atajo, para llegar a un poema. Quieren resultado sin intento, sin atravesar cada uno de los contras, pasos, errores y placeres de tal oficio. Asumir suposiciones, intuiciones, significados dados sin planteárselos. Quieren que se hable de ellos, que se aprendan sus nombres, llamar la atención. No les importa la palabra, no la tienen en cuenta, no la cuidan. Quieren tener poemas escritos o decir poemas porque mola mucho, pero sin ser escritores porque es un coñazo. No quieren que les quite el sueño ni volverse locos. Envía poema al siete cero seis; ¿Quieres un millón?; ¿Colegialas cachondas?; ¿Te la chupo un rato?; Quieren éxito. Para mí el éxito es intentarlo hasta el final. Y cada texto que escribo, cada lectura que he hecho, la prueba de todo aquello que me queda por rectificar y alcanzar. Mantengo la esperanza de que en algún momento pudiera llegar a escribir algo realmente sostenible y decente que atravesara el tiempo. Ése es otro de mis problemas, la ingenuidad todavía, y otro: darle tantas vueltas a todo. Intento llevarlo bien, aunque me cueste. Reconozco que la culpa es mía por haber vendido en su día la playstation para comprar marihuana. Si no la hubiera empeñado tendría algo que hacer, ¿de qué iba a estar yo aquí diciendo estupideces y calentándome el coco con tantas mariconadas pudiendo matar policías? Al carajo. Lo importante y lo bonito es la poesía a solas, y poder leer, y comunicarnos, y que por la calle las muchachas empiezan a enseñar todo aquello que casi había olvidado, y no sé ahí afuera, pero aquí dentro vuelve a encenderse el sol.

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