UN PELDAÑO A LA ESCALERA (Verso soy y en verso te convertiré)
Crónica de una poeta.
Fui sólo para verla. Mi ruta habitual para ir al trabajo se vio reconducida por el verso y algo en mi interior me repetía incansable que debía ponerme rumbo a la Alameda de Hércules. Caminé hasta encontrarme frente al cubo transparente. La tarde acababa de estrenarse y un sol cálido me acariciaba los hombros. Primero estuve mirando todos esos libros colocados a sus pies, de todas las temáticas y tamaños, los mismos que cuando finalice la performance "La habitación transparente" irán a parar a un campo de refugiados del Sáhara occidental, en colaboración con el gobierno del Frente Polisario. Libros entregados para conseguir la libertad de la poeta Gracia Iglesias que envía una llamada clara con esta acción que no está dejando indiferente a nadie.
Luego revisé los rostros de las personas detenidas frente al cubo. Todas las caras decían algo. Un señor mayor -que luego descubrí que se llamaba Antonio- venía cargado con dos bolsas de libros. Una madre treintañera explicaba a sus dos niños el fondo de aquel espectáculo visual. Había un par de chicos jóvenes mirando muy atentos, y un grupo de extranjeros comentaba sorprendido sin separar los ojos de la habitación transparente. La poeta, que en aquel momento que no es el de la imagen porque olvidé mi cámara, iba vestida de negro y sonreía ante las entregas de los viandantes, derramaba un algo que el metacrilato del cajón transparente iluminaba.
Quise llevar poesía, dos ediciones humildes, Walt Whitman y Alfonsina Storni. Esperé mi turno en la discreta cola que se había ido formando. Cuando llegué frente a la pequeña abertura por la que se entregan los libros. La poeta encerrada recibió mi aportación a su escalera con alegría y yo que no puede resistirlo le pedí versos. "Un poema mio y luego leemos uno de Alfonsina" dijo con esa extraña calma capaz de acunar al mundo en un instante. Me suspendí en su voz, que salía tibia por el agujero del cubo, me revolqué en sus ojos verdes, poderorsos, mostrandome el corazón del verso y disfruté con un poema que ha marcado un nuevo destino entre mis rutas; ir a besar los elefantes de la calle Sevilla. Luego leyó un poema inmenso de Alfonsina y yo me supe una privilegiada aquella tarde y me balanceé en el placer del verso.
En realidad mi acción era puramente egoista. Mis libros serían peldaños en su escalera hacia la libertad y su verso alimento en mi huida de la oscuridad, sacudida de luz entre tinieblas. Tras la dulce merienda marché rumbo al Hércules a por un café para el alma donde mojar tan exquisito bollo de leche. Renovada, inyectada de un algo nuevo que se parece a una semilla pequeña, diminuta y que se ha plantado en mi vientre, marché hacía el trabajo con otra sonrisa.
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